Este capítulo plantea el desarrollo del textil en la evolución del hombre, desde las civilizaciones antiguas del Viejo y del Nuevo Continente, hasta el siglo xix, haciendo un paralelo con los sucesos históricos que influyeron en su desarrollo. Hace un rápido recorrido por los diferentes cambios e innovaciones, desde la cultura material, la artesanía y la manufactura industrial.
Uno de los apartes señala el vínculo que ha tenido “el hacer” del textil
con “lo femenino” y cómo ese hecho
redujo la visibilización e incorporación de este hacer dentro del campo del
arte.
En lo concerniente a fibras, materiales y técnicas, solo se plantearán
generalidades, ya que estos aspectos requerirían de un documento adicional.
Una gran parte de la información contenida en este capítulo proviene de
la experiencia personal y profesional de la autora, fruto de veinte años de
trasegar entre la investigación etnográfica, la artesanía, el diseño y el arte;
de la convivencia, trabajo y aprendizaje con diversas comunidades indígenas y artesanales
en Colombia, México, Guatemala, Ecuador, Perú,
Bolivia, Argentina, Chile, España y Estados Unidos, y de la actividad artística
realizada a nivel nacional e internacional.
1.1. Los primeros textiles
El textil ha interactuado desde siempre como una segunda piel, pues ha
estado presente de forma paralela en la vida y evolución del hombre. En la historia
de las diferentes civilizaciones se le ha dado un lugar preponderante, y es así
como se le menciona en los mitos, desde los grecorromanos como el de Aracne “la tejedora mujer–araña” o el de
Penélope “esposa de Odiseo, quien tejía en el día y destejía en la noche” (Figura
1); en los pueblos mayas de Centroamérica en la figura de Ixchel “divinidad
protectora de las tejedoras y de los partos” (Figura 2); en los Muiscas de
Colombia “Nencatacoa, el dios protector de los tejedores de mantas y de los
pintores”; para los Wayuu de Colombia y Venezuela: “Wale’keru” la araña-mujer
que enseña el oficio del tejido. También se le menciona en las crónicas de
Indias con lo referente a Bochica:
(…)Otros le llamaban
a este hombre –Bochica - Nemterequeteba,
otros le decian Xué. Este les enseño a hilar algodón y tejer mantas, por que
antes de esto sólo se cubrían los indios con unas planchas que hacían de
algodón en rama, atadas con unas cordezuelas de fique unas con otras, todo mal
aliñado y aún como a gente ruda. Cuando salía de un pueblo les dejaba los
telares pintados en alguna piedra liza y bruñida, como hoy se ven en algunas
partes, por si se les olvidaba lo que les enseñaba. (Simón, 1882)
Los primeros textiles fueron las pieles que se daban como valor agregado
en la cacería —servían de vestido— y empieza a usarse el
propio cabello humano; posteriormente aparecen las fibras vegetales y con ellas
el entrelazado. Poco a poco la exploración del medio circundante permite la
incorporación y diversificación en las fibras y en los métodos del hacer; surge
la cestería y la primera tela: el fieltro o tela no tejida por aglomerado (Figura
3), cuya antigüedad se data en la Edad de Bronce —siglo vi a.C.
(Del Prado, 2008)
Estuvieron presentes en los pueblos antiguos de tipo nómada o sedentario;
para los primeros el textil se constituía en vivienda ligera: revestimiento —como en el caso de la yurta elaborada en fieltro, en los habitantes de la estepa asiática (Figura
4), y de cama, abrigo y calzado. Para
los pueblos sedentarios fueron vestido, calzado y contenedores —elaborados con fibras
vegetales duras como el esparto y los ágaves—. Otros de los valores que se le atribuían al textil
era el de atributo vestimentario, usado como un símbolo de riqueza y poder; los
mejores se destinaban a la jerarquía y era la prenda que acompañaba tanto en
vida como en la muerte (Figuras 5 y 6).
La evolución que han
tenido los textiles se ha visto directamente influenciada por la historia y por
los ritmos propios de cada región y/o país. Es así como esos primeros tejidos
se van transformando y se incorporan nuevas materias primas y formas de
elaboración. Se toman las fibras procedentes de plantas —cáñamo, lino y
algodón— y de animales —seda y lana—, que mediante diversos
procesos: fieltro, tejeduría e hilatura —para volverlas hilo continuo—, facilitando la diversificación de los productos. Todos estos avances hacen
que el hombre empiece a elaborar piezas tejidas y con ello aparecen los telares
de alto y bajo lizo (Figura 7).
Telar de alto lizo o vertical
Se le reseña desde el siglo v a.C. y es una herramienta que aún sigue vigente; con él se
pueden elaborar tapicería —tapete y tapiz— y tela (Figura 8).
El tapete, de uso primordialmente utilitario, tiene sus primeros vestigios
físicos en los siglos iii al v
a.C. y provenía de Asia Occidental; para el mundo árabe era un elemento que
identificaba la estratificación social y un símbolo del clan; eran una especie
de texto en el que se narraban travesías y guerras. Se sabe que los pueblos
árabes e islámicos fueron quienes hicieron evolucionar la producción artesanal
de los tiempos nómadas a la industria en que se convirtió; en su apogeo sus
principales usuarios eran palacios y mezquitas (Figura 9).
El tapiz, era un artículo suntuario,
tejido a mano, en el que se plasmaban escenas a la manera de una pintura; se le
usó para decorar las paredes y en algunos casos para dar calor a los espacios
de habitación (Figura 10). Para hacer el diseño o dibujo se empleaban cartones
que por lo general eran la obra de algún pintor; entre los más famosos tenemos
el Apocalipsis de Angers y la Dama y el Unicornio (Figura 11);
en ellos se
representaban temas profanos, religiosos, históricos y leyendas (Guerrero,
s.f., p.8). Esta labor tuvo gran demanda durante los siglos xiii y xiv, por
lo que se establecieron grandes talleres y fábricas, en especial en Francia, Italia
y España; sus principales clientes eran los monarcas de turno. Era tal la
demanda de tapices, que se establecieron importantes fabricas dedicadas
exclusivamente a su producción. Las principales potencias en su producción
fueron: Francia —durante el siglo xiv,
con tres fábricas: la de Gobelinos —aún vigente, la de Beauvais y la de Aubusson—; España —durante siglo xviii
el rey Felipe V creó varias como la Real
Fábrica de Tapices de Madrid, con la que abastecía sus palacios a lo largo de todo
el territorio, como el de el Escorial o el de San Ildefonso—. Otros de las naciones importantes fueron Flandes —Alost, Amberes y Tournai— e Italia —en Roma, Florencia, Turín y Nápoles—. (Tapestry Art, s.f.)
Figura 8. Cartón de Rafael para gobelinos de la Capilla Sixtina. |
Figura 9. Tapiz tradicional - La Dama del Unicornio. |
El telar de bajo lizo
Conserva los mismos principios del de alto lizo pero
al acondicionarse marcos y agujas, se posibilita la producción masiva de tela
continua (Figura 12). Podría decirse que algo que marcó un gran salto en el uso
de este telar fue la revolución industrial, con la que la población netamente
campesina pasa a emplearse en las fabricas; durante finales del siglo xix Francia se constituye en el
epicentro de la transformación de los talleres textiles domésticos en fabricas
textiles (Figura 13) y es en estas donde la mujer entra a emplearse,
convirtiéndose lentamente en mano de obra calificada pero subvalorada en la
remuneración económica. (Perrot, 1993)
Figura 12. Telar rústico de bajo lizo-India. |
Figura 13. Telares industriales. |
1.2. El textil en Colombia: de lo prehispánico a lo moderno
“La posmodernidad
acusa a la ‘cultura’ y a la ‘tradición’ de ser autoras del atraso material de
nuestros pueblos”… “La tradición no es un esquema estático y vacío. El hombre
tiene conciencia de su finitud. La conciencia del tiempo determina al hombre
como ser histórico” (Corcuera, 2006, p. 154)
En tiempos prehispánicos Colombia ya tenía muy
avanzada la producción textil como parte importante de la cultura material de
los pueblos allí asentados (Figura 14). Esta cultura
material surge con el fin de proveerse los elementos indispensables para
satisfacer sus necesidades básicas de vivienda, almacenaje, transporte,
atuendo y atributos vestimentarios —de tipo utilitario y ceremonial— (Figura 15-17). Para los pueblos indígenas se
constituyen en objetos de identidad, representación del mundo y a su vez, una
prolongación de su universo.
El objeto se
crea en una estrecha relación entre el indígena y su medio natural, lo que le
permite auto abastecerse de los materiales que va a transformar, en un diálogo
permanente con su entorno.
Por lo general el oficio del tejido se constituye en labor femenina y la
consecución de la materia prima en labor masculina; salvo en contadas
excepciones, como en el caso Arhuaco (Figura 18), dónde el
hombre es quien hace el acopio del material y teje la manta de algodón para su
atuendo y gorro característico. Cabe resaltar que el objeto tejido transporta
una gran carga simbólica y cosmogónica, que plasma a manera de impronta a su
hacedor y a quien la porta. Una mochila arhuaca se planea y elabora según quien
la vaya a usar, ya que en ella se relata el trasegar de la vida de su dueño, es
decir que el hilo es el transcurso de la vida misma. En los cestos werregue se
puede ver plasmada toda una ceremonia chamanística o una escena cotidiana como
la del tejer, convirtiéndonos así en sus interlocutores. Estos elementos se
convierten en artesanía cuando se producen en serie, con el fin de
intercambiarlos, abastecer un mercado y percibir un ingreso extra, perdiendo así gran parte de su
razón primigenia. (Alvarez, 2011)
Para la llegada de los españoles (Figura 19), nuestro país se destacaba
por los textiles de las etnias Muisca y Guane. Tal parece que los muiscas prefirieron las mantas
pintadas a pincel y los guanes las de diseños tejidos. (Cortés, 1990; Alvarez, 2004) Boyacá,
territorio muisca que en lengua chibcha significa tierra de mantas, era el mayor productor de hilo de algodón y de
lienzos tejidos —elaborados en telar vertical— que por su fineza y belleza representaban el mayor tributo a la Corona —por encima del oro. (Aguado,
1521) En su afán por tecnificar la producción de mantas, los españoles
introducen en nuestro territorio el telar de pedal y posteriormente las ovejas,
con lo que se provoca un lento declive en el cultivo y empleo del algodón, hasta
que la lana de oveja desplaza del todo a la fibra tradicional.
Figura 18. Tejedor Arhuaco. |
Figura 19. Textil muisca. |
Actualmente Colombia cuenta con más de 80 etnias
indígenas (Organización Nacional Indígena de Colombia, [onic], 2010) que poseen un legado ancestral del tejido —cestería, cordelería,
agujas y telar—. Entre ellas hay
unas que se destacan por el valor estético de sus objetos, como las Wayuu,
Wounaan, Embera, Sinú, Kogui, Arhuaca, Cofán, Inga, entre otras. Cada una de
ellas ha desarrollado y se ha especializado en productos distintivos que son
muy apetecidos en el mercado nacional e internacional —en mayor proporción este último. Es el caso de los
cestos werregue de los wounaan, o de las mochilas wayuu y arhuacas, o del
tejido en chaquira embera e inga, o de las fajas cofanes e ingas, por solo
mencionar algunos.
Todos estos elementos provienen del oficio, del mito y
de la tradición legada tras generaciones; se han preservado gracias a que se
usan en lo cotidiano y con el tiempo se han venido transformando, debido a
influencias externas. Es así como se reemplazan algunas fibras y pigmentos de
origen natural por sintéticos.
Las técnicas ancestrales son las que dan fundamentación a los oficios de tejeduría que identifican a las comunidades artesanales actuales y de estas es que se nutren los artistas textiles.
Las técnicas ancestrales son las que dan fundamentación a los oficios de tejeduría que identifican a las comunidades artesanales actuales y de estas es que se nutren los artistas textiles.
1.3. El carácter de lo femenino en el textil
“La acción del trabajo del tejido ha sido utilizada en
la literatura para simbolizar las virtudes que se espera posee la mujer, como
cualidades de dote propias. Se teje para esperar la muerte después de una
decepción amorosa. Se teje para representar la fidelidad”. (Guerrero, s.f.,
p.8)
Desde los albores de la humanidad, la mujer era la encargada de las labores
de costura, bordado y tejido, como parte de su quehacer en el hogar, y era a
ella a quien se le legaba la misión de transmitir el conocimiento de técnicas y
materiales.
Por mucho tiempo la mujer estuvo relegada al hogar, pues le estaban
prohibidas actividades exclusivas del hombre como el acceso a la educación, al
trabajo, al expresar su pensar, por lo que en las actividades del hogar se le
mantenía en un aparente estado de sumisión; es así como el textil se convierte
en su medio de expresión; sin embargo ese hacer femenino se invisibilizaba, se
catalogaba como no-trabajo o una
tarea no productiva (Figura 20). (Guerrero, p.10)
Posteriormente aparecen las
mujeres que trabajaban en sus casas como costureras o modistas y éstas
son las que con el tiempo establecen el modelo económico del taller (Ruesga,
1999), y de allí lentamente se va a dar su ingreso en el medio laboral.
Con la llegada de la revolución industrial, se le da a la mujer la
opción de emplearse en las fábricas textiles, convirtiéndose en mano de obra
útil pero subvalorada en su pago. Un hecho como el de las diferentes guerras,
provoca el que la mujer se vuelva la
mayor fuerza de trabajo y esto se acentúa en la posguerra. (Larrea, 2007)
Por décadas el arte fue culturalmente una labor realizada por hombres,
pero ello no implicaba que la mujer no
sintiera la necesidad de crear, de expresarse y de manifestarse mediante algún
tipo de labor creativa-sensible, es así como a través del “arte aplicado” ella
puede dar rienda suelta a su sentido
estético. (cetu, 1987)
Según la
historiadora Pollock (1987) se obvió la presencia de la mujer en el arte del
siglo xix porque su rol se remitía
al ámbito del hogar y la familia, no queriendo significar con esto que no
hubiera presencia de artistas mujeres, por lo menos en el campo de la pintura. Solo hasta en 1900 empieza a ser visible la presencia de mujeres
artistas con el movimiento impresionista, y para su ingreso en el campo de las
artes mayores, fue necesario un movimiento como el de la Bauhaus (1920), donde
por primera vez se le permite aparecer con sus obras dentro de los salones de
exposición; posteriormente con el surrealismo (1920-1930) se abre la
posibilidad para que la mujer entre con fuerza en las vanguardias. (Larrea,
2009)
Es por estas razones que los materiales textiles, las
fibras, sus usos y recursos técnicos, siempre se han catalogado como del mundo
femenino, e hizo que el textil se convirtiera en manifestación artística, y que
en sus inicios muy probablemente fueran solo mujeres quienes lo transitaban
(Figura 21 y 22). Evidencia de ello fueron los primeros salones del fiber art
que se hicieron en Europa y Estados Unidos y que aún hoy se realizan (Figura 23).
Figura 22. Artista textil Paulina Ortíz. |
Figura 23. Fibras 08 – Muestra de mujeres-artistas textiles. |
Si bien por mucho tiempo esa era la lectura que se
tenía del textil, ese paradigma poco a poco se ha ido desvirtuando, gracias a
la presencia cada vez mayor de hombres que incorporan el textil en su
producción plástica o visual, tanto a nivel internacional como nacional y un
ejemplo de ello lo constituyen Jorge Iván Restrepo y Alvaro Diego Gómez, dos
artistas colombianos de gran trayectoria, que forman parte del tercer capítulo
de este documento.
LISTA DE FIGURAS
Figura 1. Penélope en su telar. Fuente: Held, 1973, p. 31.
Figura 2. La diosa Ixchel. Fuente: Catálogo Textiles mayas, p.8
Figura 3. Proceso del fieltro. Fotografía: Evelyn Bendjeskov.
Figura 4. Yurta en fieltro -vivienda de los mongoles. Fuente: Held, 1973, p. 12.
Figura 5. Momia egipcia con fardo funerario en lino y malla tejida en piedras. Fotografía: Martha Alvarez.
Figura 6. Momia muisca con fardo funerario en algodón y fique. Fotografía: Martha Alvarez
Figura 7. Telar egipcio. Fuente: Held, 1973, p. 8, 23.
Figura 8. Cartón de Rafael para gobelinos de la Capilla Sixtina. Fuente: Tapestry Art.
Figura 9. Tapiz tradicional - La Dama del Unicornio. Fuente: Tapestry Art.
Figura 10. Tejiendo tapete-kelim. Fotografía: Adriana Buitrago.
Figura 11. Tejiendo tapiz. Fotografía: Adriana Buitrago.
Figura 12. Telar rústico de bajo lizo-India. Fotografía: Adriana Buitrago.
Figura 13. Telares industriales. Fuente: Held, 1973, p. 101.
Figura 14. Mujer hilando. Fuente: Boletín Museo del Oro No. 27
Figura 15. Rodillos prehispánicos- impresión textil. Fotografía: Martha Alvarez.
Figura 16. Vivienda tradicional Kogui. Fotografía: Martha Alvarez.
Figura 17. Mujer Embera tejiendo chaquira. Fotografía: Martha Alvarez.
Figura 18. Tejedor Arhuaco. Fotografía: Marianne Cardale.
Figura 19. Textil muisca. Fuente: Boletín Museo del Oro. No. 27.
Figura 20. Mujeres artesanas tejedoras. Fotografía: Martha Alvarez.
Figura 21. Artista textil Sheila Hicks. Fotografía: Sheila Hicks.
Figura 22. Artista textil Paulina Ortíz. Fotografía: Paulina Ortíz.
Figura 23. Fibras 08 – Muestra de mujeres-artistas textiles. Fuente: Catálogo de la exposición.
Maravilloso, no tiene desperdicio, gracias
ResponderEliminarGracias Silvia! Te invito a leer los otros capítulos, que hablan sobre algunos artistas textiles colombianos y los pormenores de su hacer.
EliminarGracias por la exposición, muy interesante.
ResponderEliminarGracias por leer el texto, espero sea un aporte para el contexto del área textil.
ResponderEliminarmuy lindo trabajo!!!
ResponderEliminarGracias! Te invito a leer el Capítulo 2. Abrazo
EliminarHola Martha, muchas felicidades por el artículo, muy interesante. Gracias por compartirlo. Un abrazo
ResponderEliminarHola Martha !!! Muchas Gracias y felicitaciones por tus publicaciones, excelente tu trabajo de investigación. Saludos
ResponderEliminarGracias Martha por este recorrido textil. Lo disfruté!
ResponderEliminarLiliana Rocha
Hola Marta. Muy buena tu investigación. Gracias por compartir soy artista visual de Tucumán, Argentina, produzco y doy clases de arte textil es muy interesante tu trabajo. Gracias
ResponderEliminarExcelente articulo nos permite hacer un recorrido por este maravilloso arte
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