22 may 2011

CONFERENCIA EN EL CONGRESO INTERNACIONAL " CONSIDERACIONES ENTRE EL TEXTIL Y LA SOCIEDAD: UNA RECAPITULACIÓN"




CULTURA MATERIAL INDÍGENA EN EL MARCO GLOBAL DE LA ARTESANÍA CONTEMPORÁNEA


(...) Wale’kerü —la araña— es una tejedora!
Apenas amanecía y ya tenía hechas fajas y chinchorros.
Los Wayuu le preguntaban que cómo lo había hecho
y ella entonces comenzó a contarles…

Wale’kerü enseñó primero a una sola mujer…
Yo les enseño a tejer,
si a cambio ustedes me dan un burro o una cabra… les decía.
Entonces los Wayuu le dieron sus prendas y collares.
Wale’kerü se enamoró de un Wayuu y un día se fugó con él.
Él, la llevó donde su familia y la madre del Wayuu le dijo:
…toma éste material para que hagas las fajas…
y Wale’kerü se comió todo el algodón.

De su boca salía el hilo ya torcido y preparado.
Wale’kerü tejía por la noche y al amanecer ya tenía una faja hecha.
Un día Wale’kerü dijo a los Wayuu:
…ustedes creen que yo soy una cualquiera…
Vengo a observar que no han podido hacer lo que ustedes aspiran…
Entonces Wale’kerü empezó a hacer
un caminito con cada dibujo y ellos aprendieron.
Mitología Wayuú


Esta ponencia plantea una reflexión en torno a la situación actual de las prácticas del tejido y sus objetos de cultura material resultantes, en el contexto del mundo indígena; de las intervenciones a esas prácticas y los cambios que se generan para lograr insertar los objetos en el mercado global.


CULTURA MATERIAL INDÍGENA Y ARTESANÍA

La cultura material de una sociedad surge con el fin de proveerse los elementos indispensables para satisfacer sus necesidades básicas de almacenaje, transporte, atuendo y atributos vestimentarios, de tipo utilitario y ceremonial. Para los pueblos indígenas son objetos de identidad, representación del mundo y a su vez, una prolongación de su universo.

El objeto se crea en una estrecha relación entre el indígena y su medio natural, lo que le permite auto abastecerse de las materiales que va a transformar, en un diálogo permanente con su entorno. Por lo general el oficio del tejido se constituye en labor femenina y la consecución de la materia prima en labor masculina; salvo en contadas excepciones, como en el caso Arhuaco, dónde el hombre es quien hace el acopio del material y teje la manta de algodón para su atuendo y gorro característico.

Al ser el mismo indígena quien transforma la materia y produce el objeto tejido, éste no posee un concepto real del valor que pueda tener en el mercado, razón por la que en muchas ocasiones los intermediarios los compran a un bajo precio y los revenden a cifras elevadísimas.

Cabe resaltar que el objeto tejido transporta una gran carga simbólica y cosmogónica, que plasma a manera de impronta a su hacedor y a quien la porta. Una mochila arhuaca se planea y elabora según quien la vaya a usar, ya que en ella se relata el trasegar de la vida de su dueño, es decir que el hilo es el transcurso de la vida misma. En los cestos werregue se puede ver plasmada toda una ceremonia chamanística o una escena cotidiana como la del tejer, convirtiéndonos así en sus interlocutores.

Estos elementos se convierten en artesanía cuando se producen en serie, con el fin de intercambiarlos, abastecer un mercado y percibir un ingreso extra, perdiendo así gran parte de su razón primigenia.

Colombia cuenta con más de 80 etnias indígenas que poseen un legado ancestral del tejido —cestería, cordelería, agujas y telar—. Entre ellas hay unas que se destacan por el valor estético de sus objetos; como en las WAYUU, WOUNAAN, EMBERA, SINÚ, KOGUI, ARHUACA, COFÁN, INGA, entre otras. Cada una de ellas ha desarrollado y se ha especializado, en productos distintivos que son muy apetecidos en el mercado nacional e internacional —en mayor proporción este último. Es el caso de los cestos werregue de los wounaan, o de las mochilas wayuú y arhuacas, o del tejido en chaquira embera e inga, o de las fajas cofanes e ingas, por solo mencionar unos ejemplos.

Todos estos elementos provienen del oficio, del mito y de la tradición legada tras generaciones; se han preservado gracias a que se usan en lo cotidiano y con el tiempo se han venido transformando, debido a influencias externas. Es así como se reemplazan algunas fibras y pigmentos de origen natural por sintéticos. Las formas y colores también están cambiando por factores como las tendencias, la globalización o la demanda del mercado que cada vez exige mayor competitividad.

Por el gran valor estético, utilitario y étnico de los tejidos indígenas, se han constituido en productos de gran demanda en el mercado artesanal, de coleccionistas y galerías especializadas, lo que ha formalizado la labor del creador en asociaciones de artesanos. Ya con este status y su inserción activa en el sector artesanal, es donde entran en juego las capacitaciones y asesorías continuas que en acuerdo entre las autoridades indígenas y Artesanías de Colombia o algún ente especializado en el sector, se vienen dando a los artesanos indígenas, con el fin de concientizarlos en:

  • la organización para la producción, 
  • administración y desarrollo empresarial, 
  • capacitación y asesoría en procesos artesanales, 
  • desarrollo tecnológico —en el caso que no transgreda las prácticas y el hacer ancestral—,
  • optimización de procesos, 
  • diseño o rediseño, 
  • innovación, 
  • desarrollo de productos y comercialización. 
Podría decir que hay dos líneas claras en la producción: una tradicional y otra de innovación o intervención. En esta última el diseñador industrial es quien da la directriz entorno a la transformación de los objetos de la cultura material, concertando y/o muchas veces imponiendo sus criterios, en ocasiones con un total desconocimiento de los procesos y dinámicas propias de las etnias, e inclusive irrespetando el saber, el hacer y la tradición. Estos productos resultantes son de gran demanda en cierto segmento del mercado pero al interior de la comunidad no son llevados al plano de lo propio.


COLOMBIA ARTESANAL

Cerca de un millón de colombianos viven de forma directa o indirecta del sector de la artesanía, que contribuye en gran parte a la economía nacional; hay unos 450.000 artesanos, de los cuales aproximadamente el 60% procede de zonas rurales y de comunidades indígenas, y el 65% de ellos lo constituyen mujeres.

Artesanías de Colombia —entidad rectora del acontecer artesanal en mi país— tiene categorizado y caracterizado el sector en tres grupos:

Artesanía indígena: Producción de bienes integralmente útiles, rituales y estéticos, condicionada directamente por el medio ambiente físico y social, que constituye expresión material de la cultura de comunidades con unidad étnica y relativamente cerrada, que representa herencia viva precolombina de un determinado nivel de desarrollo.

Artesanía popular: Producción de objetos útiles y al mismo tiempo estéticos, realizados en forma anónima por un pueblo que exhibe completo dominio de los materiales, generalmente procedentes de los habitats de cada comunidad.

Artesanía contemporánea o neoartesanía: Producción de objetos útiles y estéticos desde el marco de los oficios, y en cuyos procesos se sincretizan elementos técnicos y formales, procedentes de otros contextos socio culturales y otros niveles tecnoeconómicos.

Desde hace más de una década se viene dando un fenómeno alrededor de las artesanías, con el que se le ha otorgado gran reconocimiento al producto artesanal. El fenómeno ha traído consigo el que se privilegie en ventas a los objetos con diseño; con lo que se genera un afán en la producción de los que posean este carácter y puedan ser insertos en el mercado global, tan competitivo.

Otra de las características preponderantes en la tendencia de los productos es la fusión de técnicas y materiales; se puede encontrar una vasija tradicional en cerámica con motivo decorativo en cestería, por solo citar un ejemplo. Este valor agregado ha hecho elevar considerablemente las ventas del producto.


EL CASO WAYUÚ

La etnia Wayuú tiene su asentamiento en la península de la Guajira, en frontera con Venezuela. Posee una milenaria tradición del tejido y crean multiplicidad de objetos, entre los más destacados las mantas, hamacas y mochilas —bolsas de base circular y cuerpo tubular elaborado con aguja, con cargadera de faja o gaza—.

En el momento actual, sus productos son los que presentan mayor intervención desde el diseño industrial y textil hasta el de moda; se les encuentra en pasarelas internacionales, en boutiques y en mezcla con toda clase de objetos, hasta el punto de no poderse reconocer si es o no original wayuú.

La faja tradicional que es parte de la mochila, ahora se teje sola, por miles, y se vende como insumo para el sector de la confección y la marroquinería, es así como se convierte en una pieza desarticulada, lejana de su esencia y prostituida ante el afán de la comercialización.

En la feria Internacional de Expoartesanías que se viene celebrando en Bogotá desde hace 20 años, se puede apreciar que el tímido stand wayuú que en sus inicios hacía presencia en la feria ha dado paso a los más de 20 que tenían en 2010; con algunos especializados en accesorios y moda; a la par se ven pasear por los pasillos a varias mujeres wayuú, portando sus “’últimos diseños”, objetos que ni ellas mismas son capaces de explicar cuando les he preguntado sobre ellos: mantas con adornos y acabados de tendencia, accesorios de precios absurdos, mochilas convertidas en morrales, en fin toda suerte de intervenciones que hacen poco reconocible el objeto que les dio origen.

A mi taller llegan muchas mujeres que exploran y desean aprender técnicas textiles y desde hace unos dos años son repetidas las solicitudes de: quiero aprender a tejer las fajas, los cordeles, las mochilas wayuú porque es lo que los clientes nos piden todo el tiempo. Ante esto siempre me cuestiono y las cuestiono: ¿qué sentirán?, ¿qué pensarán las mujeres que legan la tradición, al ver en lo que se convierte su cultura? Ellas no responden…